Un accidente laboral

martes 23 de febrero de 2010

Hace ya muchos años, como 15, una técnico de laboratorio tuvo un desgraciado accidente. Introdujo una muestra de zumo de naranja con la intención de aislar sus proteínas, dentro de una probeta en la vaina de una centrífuga que estaba abierta; alguien la había cortado de forma premeditada. Cuando comenzó a girar a las revoluciones deseadas la probeta se desprendió con fuerza de la centrífuga, golpeó la mesa del laboratorio y saltó por los aires. Se hizo mil pedazos que acabaron estrellándose en la técnico. Muchos cortaron la piel de su cara y manos. Uno de los pedazos atravesó con más fuerza el dedo pulgar de su mano izquierda.Pronto la técnico se dio cuenta de que algo iba mal en su mano, el jefe de laboratorio llamó a una ambulancia y tras horas de espera el cirujano plástico confirmó su sospecha, el tendón estaba roto y se operaría de urgencia al día siguiente a primera hora.
En el hospital no se podía fumar, pero de hecho todo el mundo que fumaba lo hacía en una escalera de servicio poco transitada, incluyendo al propio personal del Centro. Fue allí donde conoció a Fernando. Ella estaba ingresada en la segunda planta, él en la tercera. En aquella escalera "la botones", apelativo que recibió en la planta por la curiosa intervención que un cirujano inspirado decidió practicarla en el quirófano, pasó largas tardes con Fernando. Nunca hablaron de grandes cosas pero ella encontraba algo especial en él. Un día antes de recibir el alta una auxiliar se presentó con un dibujo de Fernando en su habitación. La botones no dudó en pegarlo en su cabecera, todo el personal comentó su belleza y supieron de su autor. Cuando recogía sus cosas la botones quiso despedirse de su nuevo amigo, pero no pudo. El ala izquierda de la tercera planta era de acceso restringido para visitas, era la zona de internos de psiquiatría.
Adiós Fernando, un beso.

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