El Tábano
Pequeño, delgado pero fibroso, calvo, moreno, con unos dientes blancos y prominentes. Locuaz con cierta cadencia gangosa, arrastraba las palabras al pronunciarlas. Discutidor y con un cierto aire de suficiencia; ese que tienen las personas cuando siendo jóvenes parecen haber vivido seguramente demasiado. De vuelta de todo compartiendo las tardes con unos niñatos estudiantes que acababan de empezar a descubrir el mundo. No fumaba, ni bebía, trasnochaba poco, y su vida parecía transcurrir con la misma cadencia que sus palabras, a ritmo contenido. Con una hija de tres años a la que veía de vez en cuando pero mantenía económicamente. Vivía con su madre y nadie sabía exactamente cual era su ocupación laboral. Trapicheos y negocios nunca lo suficientemente claros. Era diplomado en magisterio infantil y nos dejó de piedra cuando contó que su última inversión había sido montar una nave para el cultivo de setas. Generoso, organizaba cenas en casa de sus infantiles amigos, a las que aporta