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Mostrando entradas de diciembre, 2010

Cuello de botella

Feliz año a todos. !Chin, chin!. El líquido que contiene la botella fluye transparente y con una fuerza inusitada. Repleto de pequeñas esferas de gas, puja por salir al exterior atravesando el cuello estrecho del recipiente, que lejos de impedir su progreso parece avivar el movimiento. Su temperatura, casi en el punto de congelación, no afecta en absoluto a su fogosidad y a la necesidad que tiene de precipitarse al exterior, tras meses de calmosa espera, de forma explosiva para formar una cortina de espuma dorada justo en la circunferencia angosta, en la corona circular y perfecta que forma la embocadura de transparente cristal empavonado. El contenido vertido a chorro amenaza con dejar vacía la botella en un trasiego de burbujas en agitación que se me antoja eterno.

Feliz Navidad (Ya que II)

Me lo pensé mucho, revisé mi plan y mi cartilla, y como parecía apropiado me lancé. Contraté al albañil, al fontanero, al pintor, al escayolista , al de las ventanas...; todos perfectamente legales con sus facturas en regla. Que luego no me diga Zap que no muevo el dinero o me acuse de propiciar la economía sumergida. El día 3 de Diciembre empezaron a picar las paredes. Desde entonces no tengo mi habitación, ni mi ropa porque no puedo abrir el armario, que tiene la puerta cerrada por una ventana que colocarán cualquier mes de éstos. La red de internet también estaba en mi habitación así que nada de internet, ni de mi pobre blog. Estoy de vacaciones y tengo todo el tiempo la casa llena de extraños que llegan a las ocho y media de la mañana. No puedo traer a nadie, cosa que en mi situación es especialmente grave. Además los albañiles son unos cerdos que cortan baldosas con las puertas de las habitaciones abiertas, llenan todo de un polvo rojizo que se ha metido en los lugares más insospe

Algo tiene

Me levanto a las siete. Desayuno rápido.  Corriendo con el coche al trabajo. Media hora de descanso, algún recado y café. Salgo corriendo. Llego a casa. No tengo agua, ni pan. Improviso algo para comer. Llega el albañil de turno. Discutimos. Me explica las últimas reformas. El presupuesto sigue subiendo. Como. Salgo corriendo al coche y busco a los niños. Los llevo a casa. Meriendas. Mañana examen de "cono" en inglés. Cenas. Baños. Son las ocho y estoy muerta. Apatía. Desánimo. Corro, hoy ensayo. No quiero ir. Una llamada inspiradora. Comienzo a cantar. Y milagrosamente comienzo a sentirme mejor, la música comienza a alterar mi percepción del día. Las voces armónicas me provocan la sensación de estar haciendo algo que me gusta, de lo  que puedo disfrutar. La obra es preciosa y me dejo llevar. Son las diez, y otra vez estoy cansada pero en paz conmigo misma y con el mundo. La musicoterapia existe y funciona, no lo he estudiado; pero los que somos capaces de sentirla lo tenemos

Tantas cosas

Podría escribir sobre tantas cosas. Sobre un amor infinito, el sentido de mi vida, la vorágine que se ha vuelto ya compañera, sobre la incapacidad de adaptación en horas del ser humano a la hiperactividad con pasajes de aburrimiento feroz. Podría contar la historia de la mujer que con un cerebro apabullante entiende todo menos qué hace viviendo donde vive, o la del super-héroe que ha sobrevivido a un trabajo imposible y aguantó todo el contrato sin pedir la baja, o de la estancia y sus motivos en el hospital de un señor que no conozco pero me preocupa, o de cómo saca tiempo alguien para escribir una novela, trabajar y además publicar un blog a diario. Podría describir el frío que quema mi cara con hielo, o el placer que una vez congelada me provoca ese sol tímido cuando ilumina mi pelo. No será porque no haya nada sobre lo que escribir, es que ahora no me veo escribiéndolo.

Musgo

Imagen
Sentada en el suelo mojado y pegajoso, siento la humedad que cala mi piel. Apenas hay algo de claridad y no puedo distinguir colores. Sólo el tacto de las algas bajo mi cuerpo. Si me pusiera de pie patinaría, así que no lo intento. Con mis brazos extendidos puedo tocar las paredes circulares construídas de losas de piedra forradas de musgo aterciopelado. El olor a agua corrompida satura mi olfato y no me deja percibir ningún otro. Estoy empapada y tengo frío. No sé cuándo saldré de aquí, pero si nadie me ayuda no creo que pueda hacerlo. No paro de pensar que debí de prestar más atención por donde pisaba, pero estaba tan distraída buscando musgo para el belén...                                                        ¿Hay alguien ahí?

El acompañante perfecto

Su cuidada melena rubia y rizada  hasta los hombros no dejaba duda de que era una mujer coqueta. Su caro perfume dejaba rastro por donde pasaba y las miradas del sexo opuesto la seguían a cada paso. Como su marido que la seguía siempre; era como una sombra. Le acompañaba unos pasos por detrás por los pasillos del hotel. Nadie podía entender cómo una mujer así se dejaba acompañar por un ser de aspecto tan anodino siendo ella tan exuberante y atractiva. Pero así era. Lo más fácil era pensar que la base de su relación era el dinero; el que él poseía y ella codiciaba. Sinembargo, indagando de forma superficial enseguida podía descubrirse que era ella la dueña de la fortuna que derrochaban sin pudor. Si no era el dinero, podría ser amor. Pero la indiferencia que mostraba en público hacia él, no hacía suponer tal cosa. Era ella la poseedora de la belleza, la elegancia y del dinero. Él sólo tenía una posesión valiosa, la única que pretendió conservar en toda su vida, a ella. Tiempo atrás ella

Adolescencias

Muchos recuerdan con una sonrisa su adolescencia; las barbaridades, la indecisión, los llantos , las risas, la incertidumbre. Las ganas locas de hacer cosas y de disfrutar, comerse la vida, de apurar las noches. Nunca era hora de irse a casa. La importancia de los amigos, del grupo, de sentirse incluído o no, de complejos, de novios, de experimentos. La mayoría pasamos sin pena ni gloria por ella; después, un poco más centrados, la vida continúa. Yo recuerdo mi primera adolescencia como una locura vertiginosa, enamoradiza y pendenciera, descubriendo vicios y placeres mezclados con estudios y metas. No sé cómo lo hice, pero llegaba a todo. Hasta aquí , lo normal. Lo que ya no sé si es tan normal es haber pasado por más de una adolescencia. La segunda fue como la primera, pero con más libertad, más dinero y más oportunidades, vamos, salvaje. No había un antro que no conociera, y amanecía entre semana pronto por la mañana. También logré sobrevivir a mi segunda adolescencia sin grandes sec