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Mostrando entradas de noviembre, 2011

Diferente

Era diferente, distinta, rara. Pero no lo sabía. Salía de casa con los pantalones atados atrás, su botoncito y cremallera a la espalda. Sus bolsillos a media altura del culo. Al cerrar la puerta ni pensó que nadie fuera a opinar del asunto. ¿Porqué no hacerlo? Estaba más cómoda así. Ya no recordaba las peleas con su madre cada vez que crecía y tenía que renovar el vestuario, sus fobias a ciertos tejidos, su aversión a los botones, a ciertos colores. Siempre con los mismos zapatos, ya se había acostumbrado a ellos y no se arriesgaba a probar con otros; lejos de las trifulcas de niña cuando tenía que estrenar porque sus favoritos ya no la valían. Con una sonrisa afable se paseaba por su trabajo, bienintencionada, no sospechaba nunca de nadie. Se creía rodeada de amigos a los que apreciaba. ¿Dónde estarán aquellos compañeros de clase a los que regalaba figuritas a cambio de nada?. A la salida había quedado con su novio, así le llamaba ella. Un chico sencillo que conoció semanas atrás. No

Lo que diga la rubia

Vísperas de Ilusión Llenas de Superstición Padre, Bendígame Madre, Santígüeme Que Dios Reparta Suerte Sentencia Algún Amor Que Sabiamente Advierte Andar Con Precaución Que Dios Reparta Suerte Que Dios Reparta Fe Que Auyente La Mala Muerte Y Ustedes Lo Pasen Bien Vísperas de Ilusión Madre, Santígüeme Que Dios Reparta Suerte Sentencia Algún Amor Que Sabiamente Advierte Andar Con Precaución Que Dios Reparta Suerte Que Dios Reparta Fe Que Auyente La Mala Muerte Y Ustedes Lo Pasen Bien QUE DIOS REPARTA SUERTE Ya sabía yo que daba lo mismo, haremos todos lo que diga la rubia. Y lo peor es que no sé si sabe muy bien lo que dice. Ni si valdrá mucho su palabra. Y es que no veo ideas mejores que sean serias. Lo de la paz en el mundo y que se acabe el hambre está muy bien, pero ¿algo más concreto, no habrá?. Dicen los abuelos que el hambre agudiza el ingenio, hambre va a haber, espero que también ideas productivas. A mí , la verdad no se me ocurre ninguna. Hay que cambia

Sentado

Sentado en la cama, sin nada que poder hacer, contemplaba cómo anochecía tan pronto. Las siete de la tarde y su pueblo ya estaba iluminado por aquellas odiosas farolas de luz anaranjada. Luz de la que se lamentó tantas veces. No pudo volver a observar el brillo de las estrellas desde que el alcalde decidió colocarlas en sus calles. Aquello fue el principio de su condena.  No era aquel pueblo de los que olvidaba fácilmente, ninguno lo había sido nunca. Enfrentarse a toda la vecindad que celebraba jubilosa la llegada de la luz a su localidad no fue una idea  popular. Siempre había resultado huraño para sus vecinos, pero no hacía mal a nadie; hasta entonces era tolerado sin más. ¿Porqué se negaba Isidro a tan ventajosa modernidad? Contaba no se qué de las estrellas y los planetas. Se veía venir su falta de juicio. Sentado en la cama, sin nada que poder hacer, se lamentaba de que lo único que conmovía su alma se había ido para siempre de su pueblo. La oscuridad de su cielo.

Te entiendo

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                       A veces una simple canción, que no tiene nada de especial,  se queda para siempre en nuestra cabeza. Ésta debió de ser muy sonada en las emisoras y los bares. Yo me la perdí. Se la debo a una cadena de tiendas de ropa. La cara de tonta que debía tener pareciendo que compraba debajo del altavoz, intentando pillar alguna frase para buscarla luego. Aquí está. Cumple las espectativas de lo que debe ser el arte. Me conmueve sin más.