Otro día quizás

miércoles 6 de enero de 2010


Estaba como cada noche sentada en su despacho corrigiendo en el ordenador su última novela. Tan concentrada estaba que no advirtió su presencia.
Él se acercó cautelosamente y colocando las manos sobre sus hombros la besó en el cuello, estaba tan sexi con pelo recogido descuidadamente, con sus gafas para leer, y con el brillo de pantalla reflejado en su cara.Siempre trabajaba sin luz, pese a las veces que le advertí lo nefasto de esa costumbre para su vista.
Se sobresaltó ligeramente hasta que comprendió que era yo para avisarla de la hora. El trabajo continuaría al día siguiente.El niño estaba ya durmiendo y no había que madrugar excesivamente. Giró su silla y me abrazó de forma cálida rodeando mi cadera. Me besó en el pecho y comenzó a soltarme el cinto. Me desabrochó los botones y el pantalón cayó suavemente sobre mis zapatillas de casa. Ahuecó mi camisa y metió su cabeza por debajo, no encuentro nada más sensual que su aliento sobre mi pecho después de tantos años. Empezó a darme pequeños mordiscos alrededor del ombligo y comencé a sentirme relajado y a respirar de forma profunda y pausada.
De repente se encendió una luz en el fondo del pasillo, y se oyó:
:-Papáaa, agua.

Recogí mis pantalones caídos sobre mis zapatillas, los até de forma despreocupada y fui a la cocina a por un vaso de agua para Alejandro. Otro día quizás.

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