Campo visual

lunes 4 de enero de 2010

Ya no recordaba cuántas mañanas hacía que se despertaba contemplando su espalda. Cada amanecer al abrir sus ojos todo lo que alcanzaba su vista era aquel campo de piel blanca y suave. Sabía que nunca se cansaría de aquella sensación de paz y compañía. Las veces que había llorado sin que lo supiera rezando para que al menos eso fuera eterno. No hay nada como comenzar un nuevo día cuando se tiene la certeza de que uno ocupa su lugar en el mundo.

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