Noche de estrellas


La noche es perfecta para ver el cielo.
La temperatura templada, no hay luna que oculte el brillo del resto de cuerpos celestes, y ni una sola nube.
A simple vista se observa que el cielo está lleno de puntos de luz, repartidos al azar, sin orden ninguno, como salpicado. Alguien se molestó hace mucho en intentar buscar una lógica a tanto desorden y se imaginaron figuras para recordar la posición de tantas estrellas y planetas, y poder orientarse.
Pero si miras sin saber lo que buscas no hay forma de encontrar nada. Cuando vas con guía la cosa cambia, de lo más fácil de encontrar a simple vista, Géminis.Si te asomas al telescopio y te indican dónde buscar, resulta que Saturno es tan redondo como en las fotos de los libros de texto, y que su anillo está ahí rodeado de lunas.
Chocante ver la velocidad que llevamos, en cuanto te descuidas se sale del encuadre.
Otra sorpresa, algunas estrellas no emiten luz blanca, tienen colores. Albireo es una pareja de estrellas una azul y la otra naranja. Mirarlas es todo deleite.
El reto de la noche, M-13, un cúmulo de estrellas. Las cantidades que lo describen son abrumadoras, por su magnitud, su número y por la distancia que nos separa de ellas; tantos ceros que mi cerebro no alcanza a asimilar. Pero están ahí, y pueden verse.
Mizar, la leyenda. Se dice que para reclutar centinelas los romanos ponían la prueba a los candidatos al puesto de que a simple vista descubrieran su secreto; no es una estrella si no dos. La más brillante y otra menos vistosa a su derecha en la parte superior.
La nebulosa del anillo, M-57,a 2300 años luz de nuestra Tierra pequeñita, como una rosquilla iluminada por una enana blanca en el centro. Desde el telescopio una fina capa grisácea, tan etérea como humo.
Como siempre, todo está ahí. Sólo hay que ponerse a buscar, y mirar eso sí, con otros ojos. Belleza en estado puro.

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