El interruptor


Son las 8 de la mañana, es sábado. Acabo de terminar mi faena, todo el teatro está limpio. Los camerinos con sus baños, la entrada, el patio de butacas, el escenario, los baños comunes y pasillos. Siempre cuando termino me doy cuenta de lo grande que es este teatro vacío. Mis pasos resuenan por todo el recinto y redescubro que estoy sola.
En la calle todavía es noche cerrada.Me gusta este trabajo, sólo los artistas y yo conocemos los entresijos de bambalinas. Nunca seré la estrella pero comparto sus pasos.Voy de estancia en estancia con mis llaves y me siento parte de este tinglado.
Cuando era más joven soñé como todos ser protagonista, pero de eso hace ya mucho tiempo.Hoy sé a qué atenerme, soy la señora de la limpieza, y la paz que siento aquí con todas las luces dadas; sobre este suelo negro brillante, es para mí suficiente recompensa.
Nadie a quien dar conversación porque sí, ni jefes que me pidan explicaciones; sé lo que tengo que hacer y lo hago.
Cada mañana cuando termino recojo mis bártulos, y voy apagando las luces.Pero hoy ha pasado algo raro, antes de conectar el alarma he intentado apagar una de las luces y no he podido. El interruptor parece funcionar perfectamente. Pero uno de los focos del escenario no ha querido apagarse. Y ahí se ha quedado encendido, como si esperara a alguien que entrara en escena.
Estoy muy cansada y mi imaginación desvaría, seguro que es algún fallo eléctrico. Esta tarde alguien podrá apagarlo, supongo.

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