El Tábano

Pequeño, delgado pero fibroso, calvo, moreno, con unos dientes blancos y prominentes.
Locuaz con cierta cadencia gangosa, arrastraba las palabras al pronunciarlas.
Discutidor y con un cierto aire de suficiencia; ese que tienen las personas cuando siendo jóvenes parecen haber vivido seguramente demasiado.
De vuelta de todo compartiendo las tardes con unos niñatos estudiantes que acababan de empezar a descubrir el mundo.
No fumaba, ni bebía, trasnochaba poco, y su vida parecía transcurrir con la misma cadencia que sus palabras, a ritmo contenido.
Con una hija de tres años a la que veía de vez en cuando pero mantenía económicamente. Vivía con su madre y nadie sabía exactamente cual era su ocupación laboral. Trapicheos y negocios nunca lo suficientemente claros. Era diplomado en magisterio infantil y nos dejó de piedra cuando contó que su última inversión había sido montar una nave para el cultivo de setas.
Generoso, organizaba cenas en casa de sus infantiles amigos, a las que aportaba ingredientes, mano de obra y hasta la bebida.
La nave la había montado en sociedad con su madre, que por las noches se ocupaba en regentar un club nocturno de la ciudad. Del padre nunca hablaba.
De su mano pisé un prostíbulo por primera vez, organizó una fiesta en el club de su madre una temporada que estuvo cerrado al público. Ninguno preguntamos porqué.
Todo un superviviente, le perdimos la pista cuando aprobó las oposiciones a conserje de una facultad en una ciudad cercana.
Ya no recuerdo su nombre, era nada más y nada menos que "El tábano".

Comentarios

  1. Curioso destino para un superviviente nato. No lo imagino de gris y pasando desapercibido.

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  2. Yo tampoco, pero estaba emocionado con su nuevo trabajo, supongo que por las tardes se dedicará a "sus cosas".

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  3. El pluriempleo da multitud de oportunidades a los pobres.

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  4. Qué suerte para los pobres, Máximo. Gracias por tu comentario.

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