Salgo a la calle y aunque el día es precioso, no me contagio de su alegría. Voy caminando a mi trabajo, que es más que aceptable; relacionado con mi formación, bien remunerado, con un horario cómodo y en el que tengo cierto mando. Pero no me siento satisfecha con él, no celebro ese privilegio. Mi hija es una adolescente magnífica, con una personalidad arrolladora, buena estudiante y promete ser una mujer atractiva y responsable. Mi marido es un buen hombre y me quiere. Mi casa, en un buen barrio residencial, es amplia y acogedora . Mis amigas me aprecian, y quedamos de vez en cuando. Tengo una vida social satisfactoria e integrada. Pues no me encuentro bien. Estoy irritable, nerviosa, cansada, y no tengo idea de qué es lo que me pasa. Y no sé qué me exaspera más, si el hecho de no encontrarme bien o que nadie parezca entenderlo.
Esta frase tan sencilla es pronunciada por una mujer de media unas 500 veces a lo largo de su vida. Pronunciada desde el miedo, la sorpresa y la emoción la primera vez hasta la incertidumbre de cuándo será la última. La menstruación es un tema tabú en la mayoría de las culturas. Siendo como es algo común en la mayoría de las mujeres entre 12 y 50 años del planeta, ocurre una vez al mes durante más de la mitad de la vida de la mitad de la población del planeta. Casi siempre estamos rodeados de una mujer que en ese momento está menstruando. No es fácil vivir una vida en la que la carga hormonal cambia continuamente sufriendo altibajos constantes durante años y años. Los hombres tienen una carga hormonal en sangre más o menos constante a lo largo de la madurez con cambios paulatinos y progresivos, lo que resulta mucho más fácil de llevar. Sobre las consecuencias de estos cambios físicos se podría hablar largo y tendido, pero es que además pronunciar esta frase tiene una carga emocional im...
Tras una vida sentimental azarosa como la mía, acaban quedando flecos de todas las relaciones amorosas vividas. Así que voy teniendo en mi abultada mochila, entre otras cosas, unas cuantas suegras. Lo de la suegra mala y malmetedora es un mito. No todas son así, algunas son peores. Aunque hay excepciones. Mi primera suegra era... apropiada. Yo era una niña entonces que jugaba con su hijo, y fue conmigo agradable, atenta. La encantaba mi talla 36 y llegó incluso a regalarme ropa. Era una señora grande y rotunda. Y cuando llegaba a su casa y sospechaba mi presencia daba golpes a las cazuelas, con la única intención de no sorprendernos en circunstancias embarazosas. Todavía me saluda con una sonrisa cuando me se cruza conmigo, al igual que su hijo. La siguiente, mujer de pueblo; todavía tiene la boca abierta. No la cierra desde que la di a entender lo que esperaba de su hijo; nada del otro mundo: igualdad, colaboración doméstica, independencia intelectual. ¿Dónde andará?. L...
¡Ole esa rumbita!, ...lo tienes, lo tienes, como negarse con ese arte y esa grasia.
ResponderEliminar;)
Técnicamente no estoy de vacaciones todavía, pero mi mente anda ya disipada y no será por el calor. Qué frío!
ResponderEliminary ojo ...nunca olvidarse de ese pedazo de bolero...para mover las caderas pero de otr forma
ResponderEliminargran blog!!
Hay múltiples maneras de mover las caderas, todas buenas, creo
EliminarJoaquín, veo que musicalmente coincidimos. Me gustan los boleros, los hay estupendos de letra y de música.
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